Es temprano por la mañana, el sol acaba de salir sobre las áridas cumbres de las montañas. Los todavía suaves rayos del sol llegan al Lago di Poschiavo. Aquí, a orillas del lago bordeado de árboles de hoja caduca de vivos colores, se encuentra Nicolò Paganini. Nicolò contempla pensativo las tranquilas aguas del lago, que reflejan las montañas circundantes. Solo pierden sus contornos nítidos cuando un juguetón pez salta fuera del agua. Momentos como este hacen que Nicolò recuerde lo esencial: los humanos somos una mínima parte de este enorme ecosistema. Es importante que las intervenciones en el entorno sean tan sutiles como sea posible.

Diez minutos en coche bastan para llegar desde el Lago di Poschiavo hasta el campo de bayas de Nicolò, situado más al sur y a 400 metros menos de altitud. Allí, sus atareados empleados ya están recogiendo las frambuesas maduras del otoño. De vez en cuando, los vagones rojos del Ferrocarril Rético pasan directamente sobre el campo. Desde 2008, la línea ferroviaria del Bernina forma parte del Patrimonio de la Unesco «Ferrocarril Rético en el paisaje de los ríos Albula y Bernina» y es una de las líneas ferroviarias más espectaculares del mundo.

Nicolò hace el trabajo él mismo, pero no pierde la oportunidad de charlar con sus empleados: «Para nosotros, los habitantes del valle, el término «colaboración» es algo más que una palabra de moda. La colaboración es el corazón del valle y nuestro día a día"
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Nicolò Paganini nació y creció en Valposchiavo y ahora vive y trabaja en Campascio, un pueblo de 200 habitantes al sur de Brusio. Desde el año 2000, este ciudadano de Poschiavo cultiva bayas y fruta de hueso en su granja Piccoli Frutti, que transforma en zumos, mermeladas, sirope y vinagre. Recientemente se ha añadido aceite de oliva. Es un productor apasionado y representa a las cerca de 60 explotaciones del valle que se han adherido al proyecto «100% Valposchiavo».

Mientras tanto, las frambuesas recolectadas han llegado a la granja de Nicolò. En la cocina, sus empleados, algunos de los cuales llevan más de 20 años en el negocio, transforman cuidadosamente en mermelada las frutas con forma de dedal. Todas las fases, desde la conservación y el envasado hasta el etiquetado, las lleva a cabo el mismo pequeño equipo. Las mermeladas se venden en las tiendas del pueblo a visitantes y lugareños con la marca propia de la cooperativa «Pro Montagna». Sugerencia: en el Berry Tour Campascio podrá visitar los campos de bayas y los huertos de Piccoli Frutti, así como degustar sus productos.

Al mismo tiempo, la licuadora está funcionando en la cocina más pequeña de la casa. La esposa de Nicolò transforma las castañas recién recogidas en una deliciosa crema de castañas. Por cierto, cuando se recoge fruta en el pueblo fronterizo de Campocologno, no se aplica el dicho suizo «de Schnäller isch de Gschwinder» («cuanto más rápido, mejor»). Como el resto de las familias de la comunidad, la de Nicolò también tiene sus propios castaños en terrenos comunitarios.

Sembrado, cuidado, cosechado, procesado y refinado, todo en el mismo lugar. Lo que antes era una necesidad, hoy no lo es tanto. Valposchiavo demuestra que todavía es posible. Con pasión e innovación, los agricultores producen una amplia gama de productos agrícolas, la mayoría de los cuales se procesan directamente en el valle. Estos productos «100% Valposchiavo» se venden con orgullo en las tiendas del pueblo y proporcionan verdaderos momentos de placer a los comensales de los restaurantes locales.

«100% Valposchiavo» es una asociación única e innovadora cuyo objetivo es reforzar el valor añadido local. ¿También único? Más del 95% de las tierras agrícolas son cultivadas por agricultores ecológicos certificados, lo que convierte a Valposchiavo en un lugar único en Suiza e incluso en todo el mundo. Nicolò está en pleno proceso de reorganización de su explotación. Para él, este paso es algo rutinario.

La posición geográfica del valle es la que otorga a Valposchiavo las condiciones ideales para la amplia gama de productos agrícolas de primera calidad: las granjas alpinas producen queso y carne alpina a gran altitud, mientras que en el fondo del valle, a 500 metros sobre el nivel del mar, se alternan plantaciones de hierbas, bayas y hortalizas. Y por último, pero no por ello menos importante, el extraordinario valle debe su integridad a la riqueza de ideas de los habitantes de Poschiavo.

Cuando se le pregunta a Nicolò cuáles son las tres cosas más importantes para él, no tiene que pensar mucho: colaboración y convivencia, gestión ecológica y una dosis de innovación. Todas ellas son cualidades cruciales en este remoto valle con su vegetación sorprendentemente diversa.

Tiziano llega a la puerta de su negocio, que cuenta también con cuatro bonitas habitaciones de huéspedes. El amigo de la familia plantó 40 olivos en la ladera oriental de Campascio hace unos años. De camino al olivar, los dos lugareños de Poschiavo charlan animadamente en pusc'ciavin, el dialecto italiano local. La ubicación ha demostrado ser ideal: los muros de piedra seca y la exposición al sur permiten que los árboles crezcan magníficamente. Tener en las manos los primeros frutos sanos es la prueba.

Juntos, los dos hombres quieren continuar con este éxito. Está previsto plantar 300 olivos más. Para ello sirven las terrazas del escarpado flanco de la montaña, fortificadas con muros de piedra seca que hasta los años 80 se utilizaban para cultivar hortalizas y frutas y, más tarde, tabaco. Los 300 olivos producirán unos 1000 litros de aceite de oliva. «El aceite de oliva de Valposchiavo sería así el primer aceite de oliva de montaña ecológico de Suiza», explica Nicolò con orgullo.

Salvaje, genuino, entrañable: todas las palabras que describen el valle van en la misma dirección. Su lejanía, su naturaleza salvaje y su proximidad a Italia, con sus piazze jalonadas de casas de colores, los manjares locales y las entrañables gentes que dan verdadero sentido al término «unión», hacen de Valposchiavo una rareza de Suiza que quiere ser descubierta.